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Por Enrique Rodríguez y Mario Labaronnie
En adhesión al Día del Periodista, la Hemeroteca "Juan Miguel Oyhanarte" publica este artículo, en el cual se recuerda también a dos antiguos profesionales: Manuel Chans y José Santiago Ferreyro.
Tradicionalmente, y siguiendo los trabajos publicados por Norma Rusconi en
A éste lo habrían sucedido cronológicamente “El Eco del Azul “aparecido en 1873 bajo la dirección de Juan C. Baygorria, y “La Razón “que vio la luz en 1877, siendo fundado por Alejandro Brid.
Sin embargo, un artículo aparecido en el Diario “ Pregón “ del 15 de diciembre de 1969 dice que el primer periódico azuleño, del cual no se conserva ningún ejemplar, fue “ El Pampero “, publicado por primera vez en 1862, es decir 10 años antes que “ El Heraldo del Sud “. Esta publicación habría sido dirigida por Pedro Moreno y otra persona a la que no se identifica, ambos dependientes de la casa de comercio de don Matías Aguirre.
El Dr. Alberto Sarramone, en su libro “Historia del Antiguo Pago del Azul “recoge esta versión, y añade que el segundo integrante de la firma era Juan C. Baigorria.
También expresa (pág. 300) que no ha podido ver ejemplares de esta publicación, pero que alguna vez lo ha visto citado en los diarios de mayor circulación de
Nació en Carmen de Areco en 1857. En sus primeros años fue telegrafista y más tarde se dedicó al periodismo: “
Después de largos años de labor, sin el estímulo reconfortante del dinero, habíase retirado a trabajar en su quinta “La Melchorita “, a poca distancia de la ciudad.
De cuando en cuando bajaba algunas horas por asuntos relacionados con su hogar humilde y modesto, pero honrado, cambiaba con su caracterizada afabilidad saludos con dos o tres amigos y volvía a su “ pago “.
Pero no llevaba allí una vida de ermitaño. Estaba al corriente de todo y dedicaba invariablemente largos ratos a la lectura de los periódicos que en buen número le remitían sus allegados.
(“El Pueblo”, 7/9/1904)
Su cuerpo fue velado en casa de Paulino Rodríguez Ocón, y la calle Mitre de Buenos Aires a Colón se vio inundada de vehículos; el cortejo fúnebre tenía 8 cuadras de extensión. Chans fue sepultado en la bóveda de Enrique Rivera, y al sepelio concurrieron todas las personalidades azuleñas de la época, encabezadas por el Intendente, Federico Urioste.
Enseguida del fallecimiento, un núcleo de sus amigos tomó la determinación de hacer algo en recuerdo del muerto y de la familia que dejaba.
Los gastos de sepelio y demás honras fúnebres se habían pagado por suscripción voluntaria. Ahora se trataba de allegar recursos para la viuda, Rosa, y los 4 hijos que dejó Chans.
Así dice “El Pueblo” que:
“El Sr. Jefe del Telégrafo de
El señor Carlos Olivera, destacado escritor y hombre de verba y ciencia ha ofrecido venir al Azul, de su cuenta propia, y dar una conferencia sobre el tema que se le indique, destinando su total producto a la familia.
En esta campaña en pro de una madre y cuatro tiernos niñitas, pueden ayudar todos los hombres de buena voluntad. “
(El Pueblo, 2/10/04.)
Y las colaboraciones no se hicieron esperar. En sucesivas ediciones el diario publica la nómina de los que contribuyeron con dinero, entre quienes figuraban Manuel Posse, Teófilo Alcántara, Alejandro Brid, Juan F. Dhers, Hipólito Dhers, Federico Urioste, Paulino Rodríguez Ocón, Juan Forns y Artigas, Leonardo Dulbecco y muchos otros.
Apenas dos meses antes de su muerte, el 29/7/1904, y respondiendo a una encuesta que el diario El Pueblo había iniciado acerca del tema ¿A quién debe el Azul erigir una estatua? Chans había enviado al actual Director del diario, Antonio Ferrón, una carta cuyos párrafos salientes dicen:
“...Consagrar una estatua a la memoria de un prócer no es cosa de poco momento: si el prócer no merece el homenaje, la estatua se convierte en una cosa ridícula para el pueblo que la ha levantado. Creo que nadie se ha hecho acreedor a una estatua en el Azul...
No faltará quien diga que D. Pedro Burgos merece una estatua, a título de fundador del Azul; pero ni D. Pedro Burgos fue fundador del Azul ni merecería estatua el pseudo fundador, ya que nuestro pueblo se fundó por decreto, dándole un documento público posición geográfica y entidad orgánica; Don Pedro Burgos fue en el Azul Jefe de un destacamento militar y antes que él viniese ya existía la ranchería que sirvió de núcleo al Fuerte Azul de San Serapio.
Residió en el Azul por accidente, en cumplimiento de su deber militar, yendo luego a prestar sus servicios a otro punto, tal vez a otro fuerte en la línea avanzada de fronteras...”
La carta está fechada en
El diario El Ciudadano comenzó sus actividades el día 17 de septiembre de 1907, y cerró sus puertas definitivamente el 30 de Junio de 1959.
Bajo la dirección de su fundador, José Santiago Ferreyro, estuvo instalado inicialmente en Moreno y Bolívar, esquina Este, y en 1909 se trasladó a Belgrano y Moreno, esquina Oeste.
En 1930 fue clausurado por el gobierno, por el término de tres meses, pero en su lugar Ferreyro editó “El Heraldo “.
Se cuenta que a principios de la década del 40, pasaba Ferreyro un domingo por el edificio de calle 25 de Mayo 590, cuando observó que se estaba rematando la finca.
El martillero hacía denodados esfuerzos por subir la base, que era de 14.000 pesos, y él ofreció 14.560.
Así se hizo del edificio, hoy afortunadamente restaurado.
En el patio del petit-hotel, antiguamente conocido como el Palacio Ferrara, Ferreyro hizo construir un taller de avanzada para la época, que contaba con cuatro linotipos, mesas de armado y la rotaplana Marioni, hoy en el Museo Lillo de Necochea, donada por “ Ecos Diarios “, que la había comprado cuando cerró El Ciudadano.
A comienzos de 1942 el diario funcionaba en su edificio propio, pero Ferreyro pudo disfrutarlo por poco tiempo, pues falleció el 8 de junio de 1943.
A su muerte heredó el diario su sobrino e hijo en el afecto, Héctor Armando Ferreyro, designándose director al Dr. Germinal José Solans.
En la década 1940-1950, El Ciudadano llegó a tirar 7.000 ejemplares. A veces las ediciones tenían 16 páginas y otras 24, por lo que había que hacer dos o tres tirajes diarios, ya que la máquina sólo imprimía 8 páginas a la vez.
El diario llegó a tener cerca de un centenar de canillitas y seis repartidores.
Por correo se repartían entre 350 y 400 ejemplares por día, y los suscriptores eran aproximadamente un millar.
Con respecto al edificio que ocupara El Ciudadano, y donde iniciara su labor el Diario El Tiempo, Mario Labaronie encontró en un diario del 11 de enero de 1928 el aviso de su remate anterior al que mencionáramos. Este anuncio es de gran importancia, ya que nos dice quiénes eran los propietarios anteriores, el matrimonio SACLIER - FERRARA.
“Este palacete lo componen 17 dependencias: Subsuelo, planta baja, primer piso, gran terraza y mirador que domina leguas en circunvalación.
Superficie del terreno 750 varas o sea
DISTRIBUCION DEL PETIT HOTEL:
· SUBSUELO: despensa, carbonera, cocina con económica, con sus paredes totalmente revestidas de azulejos holandeses, aguas corrientes con motor eléctrico.
· PLANTA BAJA: Escritorio, comedor, zaguán, cancel, gran sala con dos balcones a
· PRIMER PISO: Cinco dormitorios, pasillo y escalera de acceso a la terraza, un gran hall, cuarto de baño.
· TERRAZA con escalera de acceso al Mirador.
· CARPINTERIA Y HERRAJES: puertas, ventanas, celosías y herrajes de primer orden.
· PINTURA al óleo en todo el interior.
· DECORACION ARTISTICA: Ver prospectos ilustrados.
· BASE DEL REMATE: 65.000 pesos moneda nacional de curso legal.
· El rematador era C. Godoy Quiroga, con oficinas en Mitre y Colón.
La nota está ilustrada con una fotografía de la mansión, que dice “Obsérvese la vista del edificio en todos sus detalles y experimentará la sensación de estar contemplando un monumental edificio de la vieja Roma “
Creado: 2014-06-05 14:31:07 - Modificado: 2014-06-05 14:31:07
Dirección: Burgos 687
Tel.: 02281-424409
Atención al público: Lunes a viernes de 14.30 a 20.30 hs.
Correo electrónico: [email protected]
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